Vélez recibió a Defensor Sporting con un equipo alternativo por la última fecha de la fase de grupos, donde ya estaba clasificado. El Fortín no pudo con los violetas, y terminó perdiendo 3-1, dejando de lado la posibilidad de clasificar como el mejor primero de todos los grupos.
Una noche inesperada. De esas a las cuales te cuesta acomodarte, tanto como cuando el sueño no te deja dormir y das vuelta y otra vuelta para intentar conciliar el sueño. Ese sueño que algunas noches parece cercano y otras pocas se presenta como un objetivo lejano. Ese sueño que de un segundo a otro puede ser placentero y transformarse en una pesadilla. De todas formas, no deja de ser un sueño o en su defecto uno malo. Así, sin tanto preámbulo y sin dramatismo; pero con la comparación exacta.
Porque una noche así en la Copa Libertadores en la fase de eliminación directa, es sinónimo de firmar el check out de la misma, es darse por despedido por más intento o pataleo por cambiar las cosas. Eso lo sabe cada uno de los que tienen incidencia directa en cada centímetro del campo de juego, los que lo asumen desde afuera, los que alientan en las gradas y también en estas letras.
Pasa que no pasa nada. Así es, por más que intenten buscarle un trasfondo a la derrota, no se puede analizar la misma sin saber a priori que Vélez estaba clasificado a la fase de octavos. Que la presión y obligación corría por cuenta del conjunto viola. Porque también hay que pensar que superar una semana tremenda con viajes interminables y resultados altamente favorables, relaja las fibras y te lleva a la cabeza a pensar mas allá. Nada es excusa o no suenan estas palabras con esa intención. Nada de eso. Defensor ganó justamente; y fue justamente Vélez que no dio pie con bola en los primeros 45 minutos, donde vio escaparse la chance de ser el mejor de los mejores en la fase de grupos de la Copa Libertadores. No se confunda, ojo; por puntaje no será en octavos el mejor de los mejores, pero sí será uno de los mejores clasificados, que salvando la ventaja de definir de local no es poca cosa.
Pero en el juego hubo una señal de atención. Nada de arrancarse los pelos. No se puede analizar, la derrota sin el contexto; pero a la vez hay que ser realistas que una noche así no puede ocurrir a un equipo de aspiraciones grandes, a un grupo que quiere ser campeón de un torneo que ya es complejo de por sí, para complicárselo solo.
Se podrían analizar una a una las jugadas que desencadenaron la derrota del conjunto de Ricardo Gareca, pero la verdad que no sumaría a la cuestión. Esos errores están bien marcados en el corazón de los que juegan y en la cabeza de quien dirige. No hace falta machacarlos, no es necesario desconfiar. La derrota llegó en el momento que no molesta, que no lastima; por más que siempre una derrota duela. Es cuestión, esta vez, de mirar el lado del vaso desbordante. Porque el presente de Vélez en objetivos sigue siendo el mismo: clasificado a octavos en la Copa y a un punto en la clasificación del torneo local. Porque en lo que fue la derrota creció la importancia de tener en cancha a un jugador como Federico Insúa, que con su calidad levantó el juego en San Juan el fin de semana y esta noche en Liniers también. Porque el equipo se sintió herido, tarde reaccionó, pero mostró dolor. Eso vale, eso suma.
Algunos saldrán a soltar fantasmas. Sinceramente, dan lástima. Buscar basura en la derrota es sinónimo de mediocridad. Se repite la necesidad de aclarar que cada error está bien asumido y eso es lo que importa, porque la confianza sigue siendo la misma, la ilusión ni hablar. Entonces no queda otra que seguir sufriendo, viviendo, llorando y gozando con un Vélez que enseñó que el camino es sinuoso y largo; pero que definitivamente siempre intenta llegar a buen puerto o al lugar soñado.
Uno vuelve a mencionar el sueño y en Vélez está olvidar rápido lo que se vivió esta noche. En Vélez está que el sueño siga siendo sueño y no una pesadilla.
Carlos Martino - Sitio Oficial
Danos tu comentario